DOS CARICIAS
(Títuló Grace!)
Murió mamá… un casi mismo día que papá.
Tres vueltas completas de la tierra a un azaroso calendario recurrente
se tomó la muerte, en su manía de símbolos y signos y señales,
para depositar la fecha de Sofía vecina a la de Isaac.
No importa el almanaque, importa el gesto. Y la perseverancia, y la repetición,
y el callado mensaje de dos almas en mucho diferentes; en mucho necesarias.
¿Cuál de los dos muchos fue mayor? Tal vez conteste el signo. Yo no quiero tener que contestarlo.
Reagrupados por la muerte y sus señales, que hacen eternos
a sus lechos de tierra paralelos … a su lugar contiguo en el almanaque de los tiempos,
encontrarán también sus desencuentros con la perseverancia de los cielos.
Otros signos también hablan: La escena final tan parecida de respiración acortada y ojos mansos.
La misma mirada gris-celeste de gelatina y de ternura también habla.
Igual sensación de que todo se me escapa… y la necesidad de un verso para salvar algo.
Papá le dejó impresa a mi caricia el leve registro de algo rígido avisando su decisión de marcha.
Mamá sólo diferenció idéntica escena con una blanda expiración, casi sin marca.
Dos caricias iguales y distintas: palabras en los dedos; disculpados recuerdos que se guardan.
El cementerio con su cielo limpio y su fosa abierta como aquella que el viejo inauguraba,
(gredosa y elocuente; de terrones húmedos y oscuros, grandes, generosos y recientes)
y otra vez mis hijos, ya mayores, y las palas y los ruidos regados con lágrimas calladas.
En ese escenario del desgarro, me sentí muy próximo a todas las respuestas,
que la presencia de todos los afectos más la mirada del viejo – aprobadora, recta -
le ponía perspectiva a las pasiones y nos dejaba rara … inmensamente cerca.
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La tan temida muerte de los padres se completa sin drama: se lo digo a mis hijos.
Me dejaron huérfano, si todavía cabe esa palabra, como lo anunciaban mis temores niños,
y con el abrigo de buenas palabras, de sabores viejos, de canciones leves … de recuerdos lindos